A mí
siempre me ha gustado soñar, pero la mayoría de las veces eran sueños
imposibles, ilusiones que se desvanecían en el aire, quimeras abandonadas a
mitad de camino por estar la meta fuera de mi alcance. Alguna vez la ficción
acabó en deseo, el deseo se convirtió en pasión, la pasión causó sufrimiento y
después el olvido. ¿Pero cuántas veces el ímpetu de la ilusión supera cualquier
obstáculo? Es  entonces cuando la vida
pasa a ser un carro sin ruedas que alguien empuja cuesta arriba.
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