Desde la ventana del salón observo las gaviotas que revolotean alrededor de un barco pesquero. El mar, empujado por la brisa, agita las olas. 
Nunca lo olvidaré, estábamos en la cama. Rafa dormía. Yo, intentaba leer un libro.
-           Rafa –le llamé.
Y Rafa me contestó con un ronquido.
-           Rafa –volví a llamarle
-           Mmm –me contestó su espalda.
-           Rafa –insistí- ¿estás despierto?
-           ¿Qué quieres? –me contestó sin moverse.
-           ¿Sabes cómo se llama el pájaro que pone su huevo en el nido de otro? –le pregunté.
-           ¿Y para eso me despiertas? –me contestó cambiando de postura- Lo miras mañana en internet.
Me callé. Pero no dejaba de darle vueltas al asunto. Llevaba varios días sin dormir pensando en lo mismo. Era un secreto que conocía todo el mundo menos él.
-           Rafa –volví a llamarle-. Es que tengo que decirte algo.
-           Pues ya me lo dirás mañana –me volvió a contestar su espalda.
-            Es que te lo tengo que decir hoy –insistía yo.
-           ¿Y se puede saber qué es lo que me tienes que decir? ¿no puedes esperar a mañana? –dándose la vuelta me miró con ojos asesinos.
-           Es que llevo días queriendo decírtelo. -Insistía yo.
-           Vamos a ver Carmen – se sentó en la cama- ¿qué es eso tan importante que no puede esperar a mañana? –me dijo enfadado.
-           ¿Te acuerdas de la novia que tuviste en Cádiz?, una morena alta muy guapa –Empecé dando rodeos.
-           Pues no, no me acuerdo, ¿cómo me voy a acordar? ¡que son las 12 de la noche y mañana tengo que madrugar! ¿cómo me voy a acordar de una novia que tuve hace lo menos veinte años? –contestó Rafa malhumorado.
-           Sí, hombre –insistía yo-, ¿no te acuerdas, que te llamó una vez cuando Fernandito tenía cinco años?
-           ¡Ah! sí, Manuela, una morena alta, guapa, ¡tenía un tipazo! –Rafa se quedó callado- ¿pero qué tiene que ver Manuela con todo esto? –preguntó intrigado- Si yo no la he vuelto a ver desde entonces.
-           Es Fernandito –contesté yo.
-           ¿Qué le pasa a Fernandito? –preguntó Rafa.
-           Que sale con una mujer mayor que él –se lo dije así, a bocajarro.
-           ¿Cómo que sale con una mujer mayor que él? ¿quién te lo ha dicho? –Rafa empezaba a impacientarse.
-           Me lo ha dicho Angelita, que le vio el otro día muy acaramelado en una sala de fiestas. –Al fin había roto el muro.
-           Oye, Carmen, Fernandito ya es un hombre y puede salir con quien quiera, él sabrá lo que hace –me contestó fastidiado.
-           Pero es que la mujer de la que te hablo es Manuela –ya está, se lo había dicho. 
-           ¿Pero qué tonterías estás diciendo?, venga ya, que Manuela vive en Cádiz –contestó Rafa de mala gana.
-           ¿Es que tú no sabes que Manuela es vecina de Angelita desde hace un par de años? –le aclaré-  Angelita  me contó que está divorciada y tiene tres hijos. Que no tiene un duro, y que le gustan los jovencitos. Mira tú, y se ha ido a fijar en nuestro Fernandito –dije con voz lastimera-. Claro, como se parece tanto a ti, seguro que se ha fijado en él por eso.
-           ¿Fernandito?,  si aún no ha terminado de estudiar, ¡si sólo tiene 20 años!  –respondió Rafa apesadumbrado.
-           Angelita dice que cuando los niños están en el colegio, Fernandito entra su casa.  –El secreto había dejado de serlo.
-           Vamos a ver Carmen –Rafa no quería hablar más del tema- Son las doce de la noche y mañana madrugo. De verdad que eres una agonías. Anda y duérmete, que de noche todo se ve más negro.
-           Sí, pero Angelita dice que Fernandito está colado por esa mujer –dije yo casi llorando.
-           Venga ya,  no será para tanto –Rafa intentaba tranquilizarme.
-           Claro, como tú eres hombre, todo te parece bien –insistía yo.
-           Pero qué tendrá que ver que yo sea un hombre con lo de Fernandito.
-           Pues que le has consentido demasiado.
-           Pues eso –y volvió a darme la espalda.
Manuela, al morir su madre, heredó una sustanciosa fortuna. Fernandito se casó con ella y tuvieron cuatro hijos. 
Ahora, Fernandito me trae la merienda y Manuela, que no es tan mayor, pasea a Rafa en la silla de ruedas. 
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